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domingo, 30 de noviembre de 2014

25 años de la caída del muro de Berlín

Por Pacelli Torres

Corresponsal del Chicamocha News en Europa.


​Algunos metros del muro siguen en pie, como testimonio.

Visité Berlín por primera vez hace 14 años. Del muro quedaban algunos pocos metros como recordatorio, el resto ya no estaba, pero donde éste se levantaba pusieron una línea de ladrillos incrustada en el pavimento como señal de su localización.

El primer contacto que tuve con el muro, sin embargo, fue a través de mi profesora de alemán, Antje Rüger. Antje creció en Alemania oriental, y por las historias que nos contaba llegamos a pensar que se trataba de un paraíso, o por lo menos, que era posible descubrir las cosas buenas de aquel capítulo de la historia. Antje estaba siendo entrenada desde niña como nadadora para los juegos olímpicos. A menudo nos hablaba de cómo el teatro y la música tenían un lugar predominante en la sociedad y nos resaltaba sobre todo la solidaridad de la gente.

Los reportes en los medios de comunicación, sin embargo, hablaban de opresión, corrupción y falta de libertad en los países detrás de la cortina de hierro.

Desde entonces, siempre que tengo oportunidad de conocer personas que vivieron en la época del comunismo les hago preguntas acerca de esa otra vida que para nosotros fue totalmente ajena.

Hace poco hablé al respecto con una amiga húngara llamada Roberta Csernay.  Roberta vivía en un pueblo pequeño en cuyas afueras había varias mansiones de gente culta. Un día, las personas que allí vivían recibieron la orden de dejar sus casas. Siendo ya de edad y teniendo que mudarse a un apartamento pequeño proporcionado por el Estado, tuvieron que dejar muchas cosas atrás. Las autoridades pusieron afuera un aviso que decía que esas casas serían demolidas en cualquier momento y la entrada estaba estrictamente prohibida. Roberta y sus amigos, siendo niños, hicieron caso omiso de la advertencia y se las arreglaron para entrar. Lo que más les impresionó fue el piano, también las alfombras y los muebles de caoba tallados. Jamás habían pensado que se pudiera vivir rodeados de tanta belleza.

Pero un día las máquinas llegaron y arrasaron con todo. En su lugar se construyeron bloques de edificios de 8 pisos sin ascensor. Aquellos edificios estaban formados por placas de cemento prefabricadas. Roberta y su familia tuvieron que mudarse a uno de ellos, y me contaba que entre las placas que formaban una esquina había una brecha de 20 centímetros. La mamá la tapó de alguna forma pero de todos modos el frío en invierno era penetrante.

El padre de Roberta tenía ideas contrarias al partido. A cada familia le habían dado un libro rojo donde cada vez que asistían a una reunión o conferencia organizada por el partido se le ponía un sello y un oficial del gobierno revisaba periódicamente cuántos sellos tenía cada hogar. Aquella familia tenía muy pocos. Cuando las excusas se les agotaron y sintiendo que podrían meterse en problemas, de alguna forma lograron conseguir pasaportes para todos y un día salieron con rumbo a Alemania, para nunca regresar.

Aquello, por supuesto, era un crimen. Cuando el comunismo terminó, todos se sintieron aliviados.

Así, mis ideas sobre los sucesos de hace 25 años están divididas.

Para Antje, la caída del muro significó la contaminación de su mundo, con el capitalismo llegó también la pornografía, la violencia, la corrupción, la competición desenfrenada,  la ostentación en el vestir.

Para Roberta, significó la terminación de una época en la que las mansiones prohibidas con sus pianos podían ser arrasadas en cualquier momento.

Roberta y su familia tuvieron que buscar refugio en Alemania, Antje hizo de Colombia su nuevo hogar.

El muro de Berlín cayó hace 25 años. El muro que separa mis ideas sobre el comunismo, sin embargo, sigue en pie.

domingo, 17 de agosto de 2014

Techos de piedra, perros San Bernardo y elefantes en los Alpes


Por Pacelli Torres

Corresponsal del Chicamocha News en Europa

​Mi columna en la edición pasada estuvo dedicada al archiduque Franz Ferdinand, quien estaba destinado a convertirse en el nuevo emperador del Imperio Austro-Húngaro, pero fue asesinado en Sarajevo hace 100 años.

Como preparación para su nuevo cargo, Franz Ferdinand emprendió un viaje de 10 meses alrededor del mundo. Partiendo de Austria viajó por África, India, Indonesia, Australia y Japón. Luego cruzó el océano Pacífico hasta la costa occidental de Canadá, bajó y atravesó los Estados Unidos hasta Nueva York y luego el Atlántico para llegar de vuelta a Europa.

En su viaje compró una gran cantidad de piezas artesanales, máscaras, objetos rituales, muebles, tapetes e instrumentos musicales, que formaron la colección privada de objetos exóticos más grande de Europa. Dicha colección se exhibe actualmente en el Museo Étnico de Viena.

Al igual que para Franz Ferdinand, cada nueva experiencia que vivimos trae consigo cosas extrañas o anecdóticas, que asimiladas de forma correcta nos ayudan a ejercer nuestro "cargo" en la vida.


​A principios de julio estuve en la provincia de Aosta, Italia, en la frontera con Francia y Suiza. En la región de los Alpes que separa a Italia y Francia está el Mont Blanc, la montaña más alta de Europa. Y en la frontera con Suiza el Matterhorn, la montaña más alta de Suiza, que por cierto, fue tomada por inmigrantes europeos en Colombia como símbolo de los productos lácteos Alpina.



Lo primero que me llamó la atención es que en esta región los techos de las casas están hechos con lajas de piedra colocados de forma similar a las escamas de los peces. Es una técnica que se ha usado por siglos y el gobierno local promueve su utilización, incluso en nuestros días.

En los pueblos de nuestra provincia dejamos perder la tradición de la tapia pisada y la teja de barro. Esta última fue sustituida por el Eternit, que a propósito, es un invento austriaco. Ganamos en economía y conveniencia, pero perdemos en raíces, tradiciones e idiosincrasia. Nada que nos aleje de nosotros mismos puede llamarse progreso.

Otra cosa que encontré simpática al estar en Italia fue pasar junto al Valle de San Bernardo. Cerca de allí, en el hospicio que lleva el mismo nombre y que fuera fundado por Bernard de Menthon, en el siglo 11, se empezaron a entrenar estos perros para rescatar alpinistas en problemas. Un perro San Bernardo era algo único en Málaga cuando yo era niño. Nuestros vecinos tenían uno pero nunca lo sacaban a la calle. Para poderlo ver mis hermanos y yo teníamos que subirnos a una barda y mirar por encima del muro. El San Bernardo fue la primera raza pura de perro que yo conocí.

Siguiendo mis reflexiones sobre el viaje, es increíble cómo en Europa la historia se mantiene viva. Italia y gran parte de Europa conserva aún el legado de los romanos. El imperio romano duró desde el año 753 antes de Cristo, hasta el 476 después de Cristo. En la época de su esplendor se extendía desde Gran Bretaña hasta el norte de África y desde España hasta Asia menor. Grandes construcciones se hicieron en su época y muchas de ellas perduran. En Viena, por ejemplo, durante la construcción del metro se encontró una ruina romana que es hoy sitio turístico. En la ciudad de Aosta, capital de la región del mismo nombre y destino de mi último viaje, hay arcos, plazas y anfiteatros de construcción romana. También visité un acueducto de piedra levantado sobre un valle y que fue construido en el año 25 antes de Cristo. Los romanos fueron los inventores del cemento, el cual fabricaban a base de cal, agua, arena y gravilla.

Otros de sus grandes avances fueron las técnicas militares, con las cuales lograron expandir su imperio.

En el norte de África el naciente imperio romano tenía un enemigo: Cartago. Hubo varias guerras entre Roma y Cartago, las llamadas guerras Púnicas. Buscando revancha por la primera de estas guerras, el general Aníbal (247-183 a.C.) decidió invadir Roma. No podía hacerlo por mar pues el mar estaba controlado por los romanos. Su solución fue atacarlos por la retaguardia. El plan era dar un gran rodeo pasando por España y luego atravesar los Alpes hasta llegar a Italia. El problema fue que el ejército de Aníbal utilizaba 37 elefantes como animales de guerra, y estos, no estando acostumbrados al frío, murieron en el cruce de los Alpes. Aníbal llegó a Italia con un puñado de elefantes y la mitad de sus hombres y su empresa se vio frustrada. Después de la muerte de Aníbal Roma conquistó Cartago.

Esta historia se la escuché a mi papá y volvió a mi mente contemplando los blancos picos de los Alpes italianos.

Al igual que con la colección de objetos exóticos de Franz Ferdinand, lo que espero con mis columnas es llevar a mis lectores vestigios de otros tiempos y otros lugares y espero con ello estimular aquella bella curiosidad que no conoce edades. Ojalá jóvenes y viejos lean más al respecto, busquen fotos en internet y encadenen los hechos con su propia historia personal, es la mejor manera de absorberlos. El espíritu del descubrimiento lo llevamos todos por dentro, y como decía Leonardo Da Vinci, es uno de los grandes placeres de la vida.

 

jueves, 12 de junio de 2014

Impresiones sobre los Estados Unidos

Por Pacelli Torres,

Corresponsal del Chicamocha News en Europa


​Pacelli Torres V. en Washington.

Durante un par de años estuve a cargo de las clases de inglés en la UIS sede Málaga. Recuerdo que en la primera clase les recalcaba a mis estudiantes que a mí no me gustaban los Estados Unidos y que si había aprendido inglés, no era por admiración, sino como defensa contra la manipulación. Además, que el inglés no les pertenecía a ellos, sino que provenía de Inglaterra.

Viendo en retrospectiva, me doy cuenta que mis palabras pudieron malinterpretarse. En esa época estaba en contra de la macropolítica gringa, con el trasfondo de la invasión a Iraq, sus dobles valores morales y su arrogancia frente al resto del mundo.

Pero, como en muchas otras situaciones, las políticas de un país permean hasta cierto punto en la sociedad, sin embargo, en el fondo hay cualidades humanas que aún persisten. Entre los norteamericanos que he conocido, nunca he encontrado a nadie que me caiga mal. Muy por el contrario, pienso que son personas sociables y amables y sobre todo sensibles y generosas.

En el mes de abril tuve oportunidad de pasar una semana en los Estados Unidos, en Washington D. C. y Nueva Orleans. Ya había visitado antes Dallas y Chicago, pero en esta ocasión las circunstancias fueron diferentes. Esta vez pude interactuar más con la gente, escuchar sus historias y puntos de vista y explorar más su forma de vida, poniendo de lado los prejuicios que me habían acompañado durante tantos años.

De Washington D. C. me impresionó lo que ellos llaman el "National Mall", en las inmediaciones de la Casa Blanca. Un área de jardines que va desde el monumento a Washington hasta el Capitolio, delimitada por importantes museos, entre los que se encuentran el Museo de Historia Natural, el Museo Nacional del Aire y el Espacio y el Museo Natural de Historia Nativa, este fue el único que pude visitar por cuestiones de tiempo y no de presupuesto, pues todos estos museos son de entrada gratuita! Cerca de allí está la biblioteca del congreso, una de las más grandes del mundo con 30 millones de libros en 470 idiomas, además de una gran colección de manuscritos, microfilms, periódicos y libros raros, incluyendo una biblia original en perfecto estado impresa por Gutenberg. Algunos aseguran que las calles de la ciudad forman estrellas de cinco puntos, pirámides y otros signos masónicos y cabalísticos, fue tal vez por esto que el autor Dan Brown (el mismo del "Código de Davinci") la escogió como escenario para su novela "El Símbolo Perdido".

La otra ciudad que visité fue Nueva Orleans. Nueva Orleans tiene una historia particular, fue fundada por los franceses en 1718, luego, decidieron cederla, junto con todo el territorio de Luisiana, a su aliada España en 1763, como compensación por haber perdido temporalmente la Habana y Manila a manos de los ingleses. Posteriormente Napoleón decidió retomarla en 1801, y un poco más tarde la vendieron a los Estados Unidos. Este bagaje histórico hace de Nueva Orleans una ciudad multicultural con influencia no solo francesa y española, sino también africana, pues según el censo de 1805, el número de esclavos y negros libres sobrepasaba el de la población blanca. Esta pluralidad cultural ha quedado reflejada en su arquitectura, especialmente en el barrio francés.

Los esclavos trabajaban en enormes plantaciones de algodón, y de hecho Nueva Orleans se convirtió en el principal puerto del sur de los Estados Unidos gracias a las exportaciones de este producto a Europa.

Luisiana es uno de los estados más pobres en los Estados Unidos. Esta es otra fijación que tengo. Cuando la pobreza no roza el límite de la miseria, es en verdad una virtud. La  gente humilde tiene un corazón más grande, es más recursiva, valora mejor lo que tiene, y aunque parezca una paradoja, vive en mayor paz interior que aquellos que lo tienen todo. Tal vez por eso me sentí tan a gusto caminando por los suburbios de Nueva Orleans, de repente sentía como si no estuviera allá sino en una de nuestras ciudades de la costa.

Los Estados Unidos es un país inmenso, y hay mucho por descubrir. Si tuviera de nuevo la oportunidad de dirigirme a mis estudiantes, mi actitud sería diferente.

lunes, 10 de febrero de 2014

De las aulas malagueñas al Stockholm Resilience Centre de Suecia

Por Pacelli Torres Valderrama

Corresponsal Chicamocha News en Europa


Fernando Remolina, Investigador malagueño en Suecia.

Muchos de los antiguos profesores de la entonces llamada Escuela Anexa a la Normal Francisco de Paula Santander y del Colegio Nacional Custodio García Rovira, recuerdan sin duda a los hermanos Remolina, quienes ocupaban siempre los primeros puestos y se destacaban por igual en todas las áreas del saber.

Con gran alegría recibí en días pasados un mensaje de Fernando, el segundo de ellos, quien actualmente cursa su segunda Maestría en el Stockholm Resilience Centre, un prestigioso centro de investigación de Estocolmo, y me hizo rememorar los días de mi infancia. Doña Victoria de Remolina hacía unos ponqués exquisitos e impartía cursos de pastelería a otras amas de casa, mi mamá entre ellas. Don Pablo Remolina, el padre, trabajaba en la Compañía Colombiana de Tabaco, al igual que mi papá (mi papá pasó luego a la Electrificadora de Santander).

Cuando conocí a los Remolina, vivían el barrio Tajamar y en varias oportunidades estuve de visita en su casa. Después se mudaron al centro, una casa de por medio a la mía, lo que me permitió entablar una estrecha amistad con Emilio, el mayor de los hermanos, y siendo de la misma edad estuvimos en varios cursos juntos durante la primaria. Recuerdo que en las tardes solíamos ir a la biblioteca municipal a leer cuentos de Tintín y que nunca pude ganarle en ajedrez. Luego la familia se mudó cerca al Colcustodio y perdí contacto con ellos, aunque no del todo.

Emilio tiene un doctorado en Matemáticas y Sistemas y actualmente trabaja en California (Estados Unidos) en temas de inteligencia artificial.

Nelson, el tercero de los hermanos, es abogado y se desempeña como profesor e investigador en la Universidad de Los Andes, además está terminando su doctorado en Derecho. Ángela, la menor de la familia, es también una destacada abogada y trabaja con el Estado.

A continuación presento apartes de una entrevista vía e-mail que Fernando, en medio de sus múltiples ocupaciones, tuvo la gentileza de responder:

Chicamocha News (ChN) ¿Cómo cree que la formación recibida durante la primaria y el bachillerato en Málaga contribuyeron a su éxito académico?

Fernando Remolina (FR): Considero que tuve la fortuna de haber estudiado en la Anexa y el Custodio. En ambas escuelas siempre estuve rodeado de buenos amigos que se interesaron por el estudio y de profesores que tenían un interés genuino por la enseñanza. Aunque de todos tengo el mejor recuerdo, hubo profesores que marcaron mi vida de manera muy especial, como lo fueron Anaya, García, “Serruchito” y Tavera. Además de su gran conocimiento, ellos inculcaban la importancia de la disciplina y la curiosidad por el conocimiento. Mis mejores horas en la biblioteca del Custodio las dedicaba a hacer las tareas para estos profesores. También fue muy importante en mi formación el profesor Arturo Moreno, quien una y otra vez me explicaba los movimientos técnicos que se requieren para jugar baloncesto. Este profesor fue muy importante para mí, porque solo podía ser seleccionado en el equipo de baloncesto del Custodio, si me esforzaba mucho; era difícil entrar a este equipo, porque en mi época había grandes jugadores. Esto me sirvió más adelante porque para entrar a las universidades donde he estudiado, había una gran competencia para ser admitido como estudiante.

ChN: ¿Qué es lo que más recuerda de Málaga?

FR: Lo que más recuerdo son los amigos que me dejó para toda la vida, aunque pocas veces nos veamos. El otro gran recuerdo son las quebradas de la Magnolia y de Tajamar. De niño tuve la afición de ir a pescar con la mano unos peces que llamábamos “chocas” y “jaboneros”. Además de la nostalgia por estas dos quebradas, ellas despertaron en mí la curiosidad por las ciencias naturales. Más que pescar, iba a observar peces en los pequeños pozos de estas quebradas, los que aparecían cuando me quedaba quieto por más de cinco minutos. Otra curiosidad que tuve fue saber dónde nacían estas quebradas. Nunca llegué a su nacimiento.

ChN: ¿Qué curso tomó su vida, una vez que hubo terminado su bachillerato?

FR: En mi familia siempre se cultivó el amor por el estudio. Era de algo que nunca hablábamos pero cada uno lo sentía a su manera. Mi interés fueron las ciencias naturales. Después de terminar el bachillerato en el Custodio, inicié mi carrera de Biología en la Universidad Nacional, después fui a la Universidad de Texas a realizar una maestría en Geografía. Los siguientes años estuve trabajando e investigando sobre áreas protegidas y redes ecológicas en Bogotá. Ahora me encuentro realizando otra maestría en Resiliencia Socioecológica, aplicada al desarrollo sostenible.

ChN: ¿Cuál es el principal tema de su investigación?

FR: Estoy interesado en el bienestar humano que brindan las áreas verdes, (parques, jardines, áreas protegidas, etc.) en las ciudades. En este momento, alrededor del 50% de la población humana está en áreas urbanas y se proyecta que el 60-70% de nosotros estaremos viviendo en ellas antes del 2050. A pesar de esta transición, cada uno de nosotros tiene una relación con la naturaleza que puede perderse y con ello también podemos perder calidad de vida. Por eso, mi interés es restablecer esta conexión con la naturaleza, teniendo más y mejores áreas verdes urbanas.

ChN: ¿Qué planes tiene para el futuro?

FR: Después de mi maestría quiero hacer un doctorado en el tema que les comenté anteriormente. Estoy muy interesado en conocer las experiencias de aquellas ciudades que han logrado altos niveles de vida en términos ambientales y ver qué conocimiento se puede transmitir a aquellas que tienen dificultades en lograrlo.

ChN: ¿Qué consejo daría a los jóvenes que quieran seguir sus pasos?

FR: Aunque cada quien tiene su propio curso de vida, diría que lo primero que uno podría hacer es saber realmente qué quiere hacer con ella, sin pensar en las posibles dificultades.

domingo, 2 de febrero de 2014

Reflexiones sobre la riqueza

Por Pacelli Torres

Corresponsal del Chicamocha News en Europa

El escritor inglés Douglas Adams coloca a uno de sus personajes en una posición privilegiada. Desde el espacio exterior observa al género humano y trata de comprender los motivos de su comportamiento. La tarea no es nada fácil para este alienígena, mitad científico, mitad filósofo. Lleno de asombro les describe a sus superiores cómo en el planeta Tierra, sus habitantes han tomado como prioritario coleccionar pequeños pedazos de papel, la vida para la mayoría gira en torno a conseguir tantos de estos trozos de papel como sea posible y no escatiman para ello en sacrificar su propia salud, su familia, y, de ser necesario, usar toda clase de artilugios para engañar a sus semejantes y terminar despojándolos de sus propios pedazos de papel.

Hoy en día el dinero ya no consiste en recortes rectangulares de papel con la denominación en las esquinas y algún personaje ilustre en el centro. Pero esto no es consuelo en absoluto. Antiguamente la plata podía verse y tocarse. En los tiempos en que vivimos, el dinero electrónico gana cada vez más espacio y para un extraterrestre que nos visitara, sería incomprensible ver cómo nos peleamos por los números que aparecen en una pantalla.

Lo peor, es que colectivamente hemos adoptado la convención de estimar el “éxito” por el número de cifras que tiene nuestra cuenta bancaria, o por el simple hecho de tener una. Desde niños nos inculcaron que esto nos aseguraría una posición social y algunos lo tomaron literalmente como la llave de la felicidad, entendida ésta como una vida fácil en la que lo único que importa es satisfacer nuestros caprichos.

Pero aquí está el gran peligro. Entre más dinero se tiene, más caprichos aparecen y estos son cada vez más difíciles de saciar. Entonces trabajamos más, o nos vemos envueltos en transacciones truculentas, queriendo llegar al estatus que creemos merecer y cuando pensamos que lo hemos logrado, miramos al vecino y nos damos cuenta de que tiene más, entonces hacemos un mayor esfuerzo, pero la televisión nos muestra contundentemente que hay esferas que nunca podremos alcanzar. De ahí viene la desilusión y aquello que pensamos que nos daría la felicidad, se convierte en nuestra mayor amargura, pues comprendemos que nunca tendremos suficiente.

¿Qué hacer?

¿Cuál es entonces el sentido de la existencia?

La respuesta a la primera pregunta es sencilla: simplifiquemos nuestras necesidades; como dice el adagio popular: “Rico no es aquel que tiene mucho, sino aquel que menos necesita.”

Para responder a la segunda, requerimos algo de introspección, de encontrarnos a nosotros mismos. Cuando centramos nuestra vida en las posesiones materiales, lo que realmente es permanente se olvida, vivimos como ciegos en un mundo evanescente e ilusorio. Supongo que mis lectoras y lectores habrán oído alguna vez de labios de un campesino o alguien de procedencia humilde aquello de que, “a la tumba nada nos llevamos.” De hecho, es posible que en el más allá tengamos que responder por los métodos empleados para amasar nuestra fortuna o sufriremos viendo a otros gastarla sin escrúpulos.

La posición social también pasa y muy tarde comprenderemos que debíamos haber escuchado más a la gente humilde, pues a menudo, la verdadera sabiduría surge a raíz de las dificultades que nos hacen estar siempre alerta, nos inducen a ver las cosas desde varios puntos de vista, nos dan incentivos y nos enseñan a ser recursivos.

“Lo único que nos llevamos de esta vida son nuestras propias acciones, ellas constituyen el tesoro del espíritu”.

La riqueza personal no siempre es una maldición, bien utilizada puede ser fuente de crecimiento espiritual. Si somos generosos con los semejantes, si ayudamos al de pesada carga, podemos mejorarnos a nosotros mismos. Pero aquí debemos ser muy cuidadosos, las limosnas dadas sin corazón hieren más de lo que ayudan.

“La visión de Sir Launfal” es un hermoso poema escrito por James Russell Lowell (1819-1891). En él se cuenta de un caballero que sale para las cruzadas en busca del Santo Grial, (el Grial es la copa que usó Cristo en la última cena). Al salir de su castillo, el caballero se encuentra a un leproso y le bota una moneda. El leproso no levanta la moneda y le dice que mejor es la bendición del pobre al oro del rico. Pasa el tiempo y Sir Launfal pierde su castillo y todo su dinero. De nuevo encuentra al leproso, pero esta vez actúa de forma diferente, se compadece de su sufrimiento y le ofrece un trozo de pan y agua en un cuenco viejo. Entonces ocurre una transformación, el leproso es en verdad el Cristo resplandeciente, quien le dice que el Grial, que tanto buscara, es justamente aquel cuenco viejo, y añade: “La limosna sin el sentimiento de quien da, es vacía, quien ofrece de corazón alimenta a tres con su acción: a sí mismo, al semejante necesitado y a mí”.