Por Pacelli Torres
Corresponsal del Chicamocha por el mundo
Para viajar no necesitamos recorrer largas distancias. A menudo sucede que la actividad de viajar se reduce simplemente a focalizar nuestra atención para encontrar nuevas formas, nuevos colores, nuevas relaciones. En nuestro propio entorno existen infinidad de tesoros aun por descubrir y cuando nos aventuramos en su búsqueda nos encontramos de repente viajando por otros mundos y otros tiempos. Esto generalmente puede lograrse al contemplar la naturaleza, pero existe también la posibilidad de vivenciarlo al admirar una obra de arte y, en tal caso, una buena escultura ofrece posibilidades sin fin.
Esta fue la sensación que tuve al visitar la finca-taller del maestro Jairo Iván Aguirre Henao en la vereda Calichal, a unos cuantos minutos de Málaga. Entre los proyectos en curso está su "Máquina del tiempo" que pronto estará a disposición del público. Jairo me dijo que era la segunda que construía y que la primera había tenido muy buena acogida.
A donde quiera que uno mire en su taller, descubre esculturas fabricadas de los más diversos materiales: hierro, vidrio, madera, arcilla, roca, alambre etc. Jairo es uno de los artistas más versátiles que he conocido. La variedad de materiales que utiliza y su disposición armónica hacen que su obra sea realmente excepcional. Como ornamento en casas y jardines sus esculturas serían ideales, pero también a nivel de inversión, pues son de esas cosas que aumentan de valor con el tiempo. Visto con ojos europeos, su arte sería muy cotizado.
Jairo Aguirre nació en Bogotá, de padre tolimense y madre quindiana. Estudió ingeniería mecánica en la Universidad Inca, en horario nocturno y durante el día arte en la Universidad de la Sabana. Fue tomando un curso en la Escuela de Arte del distrito que conoció al primer malagueño, nuestro apreciado artista Luis Enrique Suárez.
Luego se mudó a Cali donde vivió por 13 años. Durante los últimos cinco años de su estadía allí fue el director artístico de la Feria de Cali para Niños, donde, entre otras cosas, se decoraban las tarimas y se elaboraban carrozas. En Cali su padre tenía un taller de mecánica industrial y fue allí donde comenzó a "cacharrear" con hierros viejos, dándole rienda suelta a su creatividad.
Jairo insiste que su vida se desarrolla por ciclos, cuando siente que ya ha cumplido su misión se traslada a otro lugar.
Fue así como después de Cali pasó un año en la Calera y luego se radicó en Tabio (Cundinamarca). "Yo fui testigo de la transformación de un pueblo", me dijo, aunque es claro que no solamente fue testigo, sino también protagonista. Dicha transformación tuvo lugar en torno al arte. A Tabio comenzaron a llegar artistas de varios lugares y con el tiempo formaron la Asociación de Artistas y Artesanos. Fueron muchos los almacenes que se abrieron y el flujo de turistas aumentó exponencialmente. El secreto, según Jairo, fue el trabajo en grupo y la buena calidad de los productos. "La excelencia no se improvisa", insiste.
Siguiendo su filosofía de los ciclos, después de Tabio se mudó a Zipaquirá, uno de los destinos turísticos más destacados del interior del país. Su plan allí era que le adjudicaran una bodega, construida en los tiempos de la colonia, para fundar en ella una Casa del Arte. Desafortunadamente, al final, lo único que pudo conseguir fue una casa modesta. Por esa época conoció al artista malagueño Chucho Meza y él le propuso que fundara su casa del arte en Málaga. Esto sucedió en el 2009.
Jairo comenta que la casa que consiguió en Málaga en la Calle 15 con 9, diagonal a Arcoma, era ideal porque se prestaba para adaptar talleres y salas de exposición en el mismo lugar. Sin embargo, nada estaba dado. Con recursos propios y con la ayuda de un grupo de alumnos se dio a la tarea de adecuarla. Lo que más recuerda es que al subir al segundo piso lo encontró lleno de palomas y ratones.
Además de sus actividades en la Casa del Arte, Jairo trabajó varios años en el SENA y desarrolló diversos proyectos en torno al patrimonio inmaterial. Una de las iniciativas que vale la pena resaltar es la de Formación Artística en Escuelas Rurales, de la cual se beneficiaron 170 niños de las veredas de Málaga. Según sus propias palabras. "El arte se está convirtiendo en la espina dorsal del aprendizaje, pues mediante una educación centrada en los niños, el alumno desarrolla su ser único como individuo."
Otra idea que pudo concretarse fue la Exposición Itinerante, sobre lo cual comenta: "Haber podido reunir a 20 artistas fue todo un logro, en el que todos ganamos, nadie se imaginaba que en Málaga hubiera tanta calidad. La exposición dio mucho de qué hablar y es una de las cosas que hay que mostrar a nivel departamental y nacional, los malagueños son creativos por naturaleza. Grandes cosas pueden lograrse cuando nos sobreponemos al individualismo."
Sobre el individualismo comenta que tristemente fue la causa que frenó su proyecto de formar campesinos para producir acabados arquitectónicos a partir del mármol travertino.
Finalmente, y como lección de vida, Jairo me habló del viaje por la vida. Me dijo que como equipaje llevamos dos mochilitas, en una guardamos las cosas materiales: las casas, los trajes, los carros, las cuentas bancarias, etc., y en la otra las cosas intangibles: el tiempo que pasamos con familiares y amigos, la satisfacción de ver un buen trabajo terminado, la alegría de descubrir la belleza en lugares insospechados, el sentirnos gestores de nobles sentimientos y mucho más. Desafortunadamente, al ser intangibles, les restamos importancia. Pero es en contenido de esta segunda mochilita donde deberíamos centrarnos si de verdad queremos ser felices.
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