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domingo, 27 de mayo de 2012

“El tesoro perdido”

Relato original de Pacelli Torres

Bernardo y Jacobo eran primos y maestros de construcción. Vivían un tanto lejos del pueblo, a lado y lado del arroyo.
Una tarde en que derribaban las paredes de una vieja casa de tapia pisada encontraron un cofre de madera. Adentro había monedas de oro. Llenos de emoción las contaron y recontaron; había 13 monedas.
La alegría del momento dio lugar a un largo silencio.
"Mala señal", se dijeron.
Los dos provenían de una familia muy supersticiosa y el trece tenía fama de atraer la mala suerte. Decidieron sin embargo, quedarse con el botín. Pero aparte de la mala suerte, había otro problema, el trece es un número impar y, ¿cómo podrían dividirse el tesoro, si el número de monedas no era par? Ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar que el otro se quedara con una parte mayor. De haberse encontrado doce monedas, todo hubiera sido más sencillo.
Entonces se les ocurrió una solución que los dos aceptaron de inmediato: Después del trabajo, cuando llegaron al puente donde cada tarde se despedían, arrojaron al agua la moneda que, según ellos, les sobraba y los dos continuaron su camino satisfechos; habían recobrado la calma y la alegría. Al llegar a casa, escondieron las monedas bajo la almohada y se reclinaron en la cama para pensar, qué sería lo primero que se comprarían.
Entonces vino para ambos uno de esos momentos de duda que todos solemos tener. ¿No sería mejor tener siete monedas que seis? Sus sentimientos fueron puestos en una balanza y los dos, independientemente, decidieron que acudirían al arroyo esa misma noche, sin que el otro lo supiera y recobrarían la moneda para sí.
Cuando la noche hubo caído se oyó el persistente ulular de un búho y un viento helado sacudió los árboles y golpeó las ventanas. Los dos sintieron miedo, pero finalmente, la avaricia fue más fuerte.
Ambos salieron de sus casas casi al mismo tiempo y se dirigieron al arroyo; el frio calaba los huesos y algo les decía que no se trataba de una noche común. Creyeron ver figuras con ojos brillantes correteando entre los árboles, pero se dijeron, aunque en su corazón no lo creían, que se trataba del reflejo de la luna o, tal vez, del vuelo de las luciérnagas.
Antes de llegar al arroyo se encontraron con una desagradable sorpresa. Alguien se les había adelantado e inspeccionaba el agua desde la orilla. Los dos se llenaron de cólera al pensar que se trataba del otro albañil y maldijeron en voz baja. Cuidadosamente se fueron acercando, escondiéndose en árbol tras árbol, con el ánimo de abalanzarse sobre el intruso. Cuando la figura se hizo clara, se llevaron el gran susto de sus vidas. En el lugar preciso donde habían arrojado la moneda había un ser esquelético, con una túnica negra, que parecía estar pescando.
El canto del búho se acentuó y aquella criatura de otro mundo levantó la vista y miró alrededor. Entonces se escuchó el croar de las ranas y unos enormes batracios se acercaron al arroyo. Eran doce en total, seis por cada orilla y, en su lomo, cada uno llevaba una moneda de oro.
Aquel espectro de la noche pareció sonreír y dejando la caña de pescar sostenida en la horqueta de un árbol, se dio a la tarea de recolectar el tesoro traído por las ranas y echarlo en un cofre de madera.
La caña de pescar comenzó a moverse y el huesudo ser supo que había logrado su cometido, una brillante moneda de oro colgaba del anzuelo.
Al ponerla en el cofre se oyó un golpe seco que luego se convirtió en un rugido y finalmente se produjo un remolino de energía. Los albañiles petrificados de miedo y creyéndose completamente solos ante aquel ser horripilante, sintieron cómo si una gran aspiradora les chupara el corazón.
El búho en la rama de un árbol observaba con atención. Una sustancia blancuzca salía del corazón de los dos hombres y se iba espesando hasta formar cataplasmas que rápidamente formaron las paredes de una casa vieja y decrépita. Allí enterró el ser demoniaco el cofre.
Una vez cumplida su misión se transformó en un buitre y fue a posarse en la misma rama que el búho.
Los albañiles huyeron despavoridos.
Al llegar a sus casas encontraron que las monedas habían desaparecido, pero, lejos de lamentarse, dieron gracias al cielo por ello.
"Tenías razón", admitió el búho, mirando con tristeza al buitre; "He perdido la apuesta" y levantó vuelo.
El buitre permaneció unos minutos más, contemplando la casa en ruinas que acababa de crearse y pensando en la próxima estrategia que usaría para poner a prueba la nobleza del corazón humano.

lunes, 14 de mayo de 2012

EL ARTE AL RESCATE DE LA ARQUITECTURA

Por Pacelli Torres, corresponsal del Chicamocha News en Europa

Incinerador de basura de Viena, diseñado por Hundertwasser

A finales de los años ochenta las autoridades de Viena se vieron enfrentadas a un dilema. La ciudad había crecido tanto que rodeaba completamente el incinerador de basura de Spittelau. El problema no era sanitario. Dicho incinerador cuenta con filtros de tecnología avanzada que previenen el escape de partículas contaminantes. Tampoco se trataba de eliminar la planta. Allí se procesan hoy en día 265.000 toneladas de basura al año, la energía producida se usa para la calefacción en invierno y para el calentamiento de agua para uso doméstico durante todo el año. Esta tecnología se conoce como Fernwärme en alemán. Más de 150.000 viviendas y 3.000 edificios públicos se benefician de ella.

Decíamos, que la ciudad se vio enfrentada a un dilema, pues no sabía cómo armonizar el incinerador y el desarrollo arquitectónico de sus alrededores.


Friedensreich Hundertwasser
La solución vino de manos del artista y arquitecto vienés Friedensreich Hundertwasser (1928-2000). Hundertwasser conoció de primera mano los horrores de la segunda guerra mundial, pues su madre era judía. Para burlar a los soldados se ponía las medallas de su padre, muerto en la primera guerra mundial, y decía ser partidario de las juventudes hitlerianas. Se dice que desde esa época empezó a odiar las formaciones regulares del ejército alemán y esto lo llevó a usar en sus pinturas y arquitectura la línea curva, mucho más natural y cercana a la naturaleza.

Los diseños de Hundertwasser se basan en formas curvas y tonos multicolores que se entrelazan, formando un conjunto caprichoso que resulta a la vez agradable a la vista e interesante para el intelecto.

Uno de los sitios turísticos por excelencia de Viena es precisamente la casa de Hundertwasser. Las paredes no son rectas,  no prevalecen los ángulos rectos ni las formas monótonas a las que estamos acostumbrados en la arquitectura tradicional, sino que las líneas se hacen ondulantes y de alguna forma nos hacen recordar que la imaginación no debe cuadricularse, sino todo lo opuesto, debe dársele libertad para que se exprese a sí misma.

La casa de Hundertwasser en Viena
En nuestras provincias estamos perdiendo el sentido estético de la arquitectura. Incluso en nuestras propias casas, raramente nos preocupamos de embellecer el ambiente. Esto no requiere mayor inversión. Hagamos el intento, convirtámonos por un fin de semana en muralistas, o animemos a los hijos para que lo sean. Trasformemos esa pared que estamos cansados de ver en una obra de arte. Adornemos nuestra casa con flores. Desarrollemos con los vecinos proyectos de arte comunales. Sigamos el ejemplo de Hundertwasser y armonicémonos con lo natural.
Todo esfuerzo por mejorar nos enriquece como personas y una vez que todos hayamos cambiado no admitiremos jamás obras mediocres que vayan en detrimento de nuestra dignidad.

Para saber más: 
http://www.galeon.com/conchantron/hundertwasser.htm

viernes, 11 de mayo de 2012

150 AÑOS DEL NACIMIENTO DE GUSTAVO KLIMT

Por Pacelli Torres, corresponsal del Chicamocha News en Europa

Gustavo Klimt
En el 2012 Viena celebra los 150 años del nacimiento de uno de sus hijos ilustres, el pintor y muralista Gustavo Klimt (1862-1918). Para ello se han abierto varias exposiciones sobre su obra.

Klimt era hijo de un orfebre y desde niño estuvo obsesionado con el color dorado. Sus cuadros se caracterizan por la delicada expresión de sus modelos y por el juego de imágenes caleidoscópicas que las rodea. Su estilo fue bastante innovador en su época y hoy se le reconoce como un pionero del arte moderno.       
                                           

En el 2006 una de sus obras, Adele Bloch-bauer I, fue vendida por 135 millones de dólares y otras de sus pinturas han alcanzado también precios astronómicos.


Klimt fue un artista experimental, creador de un estilo completamente original. A través de sus murales y pinturas nos invita a todos, artistas y no artistas, a creer en nuestro potencial y a la sociedad a crear las condiciones necesarias para que las ideas innovadoras de nuestros coterráneos puedan desarrollarse.

El Retrato de Adele Boch-bauer I.
Vendido en 135 millones de dólares.
Quienes han estudiado la inteligencia humana nos hablan de la existencia de habilidades de orden inferior y habilidades de orden superior. Entre las primeras se cuentan: recordar, entender y aplicar. Las habilidades de orden superior incluyen: analizar, evaluar, sintetizar y crear. La capacidad de crear está pues en la cumbre de nuestras habilidades mentales y es hacia ella que debemos aspirar.

El Beso.
Una de las obras más conocidas de Klimt.
Todos somos creadores en una forma u otra, no permitamos que la falta de confianza en nosotros mismos o las trabas puestas por la sociedad marchiten nuestros sueños.

Una vez que Klimt hubo alcanzado el éxito y la fama se recluyó en su casa donde, vestido con una túnica hecha de tela de costal y sandalias, era buscado por los nobles y la gente más importante de la ciudad para encargarle trabajos.

Presento esta breve muestra de los trabajos de Klimt a los lectores del Chicamocha News, confesando que la primera vez que vi sus cuadros no me gustaron, espero oír sus opiniones, las cuales pueden ser enviadas por correo electrónico a este medio.