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domingo, 9 de diciembre de 2018

El cambio de las estaciones y las tradiciones navideñas


En esta época del año, los días comienzan a acortarse. El sol aparece después de las 7 de la mañana y se oculta a las 4 de la tarde.

Por Pacelli Torres*

Corresponsal del Chicamocha News en Europa

Varias veces me he visto enfrentado a la pregunta: ¿Como colombiano, qué es lo que más le impresiona de Europa?

La respuesta invariablemente gira en torno a lo mismo: Después de haber vivido siete años y medio en Austria y de haber viajado por gran parte del continente, lo que todavía me impresiona es el cambio de las estaciones.

En esta época del año, los días comienzan a acortarse. El sol aparece después de las siete de la mañana y se oculta a las cuatro de la tarde. La temperatura desciende hasta alcanzar, a veces los -10oC. Si se mantiene bajo cero por un tiempo, es común que caiga nieve. En la ciudad esto ocurre tres o cuatro veces durante el invierno, pero en las montañas la nieve permanece durante toda la estación.

A los pueblos del pasado les preocupaba el acortarse de los días y el continuo descenso en la temperatura. Muchos mitos y rituales surgieron a partir de este fenómeno. Los griegos, por ejemplo, atribuían la llegada del invierno al rapto de Perséfone, recluida en el inframundo por Hades, el señor del abismo. Perséfone era hija de Demetra, la diosa de las cosechas, quien debido a la ausencia de su hija cayó en una gran pena y no pudo ocuparse de cuidar los campos, dejando que el frio se apoderara de ellos. Hades y Demetra hicieron luego un trato. A Perséfone se le permite regresar a la tierra cada año por seis meses, durante los cuales todo florece, pero después de ese tiempo debe regresar al inframundo y las estaciones cambian de nuevo.

Pero previo al invierno existe otra transformación importante, y es la del color de las hojas de los árboles. Éstas pasan de verdes a amarillas, naranja o rojas, dependiendo de la especie y de las condiciones climáticas locales. El resultado es que los bosques se convierten en un caleidoscopio de colores.

El cambio en el color de los árboles obedece al hecho de que la clorofila, responsable de la coloración verde, necesita luz y calor par su producción. Cuando los días se hacen cortos y disminuye la intensidad del sol, cesa la producción de clorofila. Esto se traduce en la desaparición del color característico de las hojas y la aparición de otros pigmentos que siempre han estado allí y que le dan a la hoja la típica coloración del otoño. Antes no veíamos estos colores porque estaban "enmascarados" por la clorofila.

Tras el cambio de color, las hojas caen del árbol, pues éste les cierra el suministro de agua.

Pero esto no sucede con todas las especies, aquellos que en vez de hojas tienen agujas, como el pino, conservan su color y sobreviven los inviernos inalterados. Este es el origen de la tradición de los árboles de navidad. Un símbolo que les servía a los antiguos para sobrevivir los rigores del frio y la nieve, y también para resguardarse de la oscuridad, pues originalmente estos árboles estaban adornados con velas encendidas.

Existe otra tradición asociada con el invierno, que tuvo su origen en Europa Central y que fue exportada luego a otros países. Se trata de la llegada de San Nicolás, el 6 de diciembre. Ese día los niños reciben regalos después de haber dejado los zapatos en la ventana, bajo el árbol de navidad, en la puerta de sus habitaciones o junto a la chimenea.

El San Nicolás original era un obispo que vivió entre los siglos 3 y 4 en Asia Menor y se le representa vestido de rojo, con su mitra y larga barba blanca. Su popularidad se extendió luego por Europa como protector y benefactor de gente en situaciones de peligro. En Alemania recibió el nombre de Sankt Nikolaus y en Holanda el de Sinterklaas.

Con el correr de los años la costumbre fue importada al nuevo mundo por los protestantes holandeses que llegaron a los Estados Unidos, donde su nombre original de Sinterklaas no se entendió correctamente y fue transformado a Santa Claus. Su mitra de obispo fue reemplazada por el hoy famoso gorro rojo.

Pero San Nicolás tiene su contraparte: Los Krampus o demonios, que en vez de traer regalos dejan trozos de carbón en los zapatos de los niños que no se han portado bien.

Al atardecer se les puede ver en grupos transitando las calles de los pueblos pequeños ataviados con pieles de animal y cubierto el rostro con elaboradas y aterrorizantes máscaras de madera. Con cada paso hacen a la vez sonar enormes campanas. Disfrazarse de Krampus es una de las diversiones favoritas de los jóvenes de los pueblos de los Alpes.

Seguramente esta tradición está asociada con la de nuestros famosos matachines que nutren el folclor prenavideño en nuestra provincia.

La transformación de la naturaleza, durante el otoño y el invierno, en algunas corrientes místicas se relaciona con el envejecimiento y la muerte y tal vez sea el rito de San Nicolás y los Krampus un referente al juicio de las almas, del que hablan las enseñanzas cristianas.

A finales de marzo, cuando la nieve se ha fundido y los días comienzan a alargarse, viene el renacimiento, en forma de primavera. Para muchos es esta la mejor de las estaciones, cuando las hojas de los árboles retoñan y los campos se visten con el color de las flores.

Durante junio, julio y agosto, los días duran más que las noches. El 21 de junio, llamado solsticio de verano, es el día más largo de año, el sol aparece antes de las cinco de la mañana y se oculta después de las nueve de la noche.

La temperatura aumenta también, llegando en Viena a los 32oC pero en otras ciudades, más al sur, son comunes las temperaturas por encima de los 40oC.

Tras el verano, siguiendo el ritmo imperturbable de la naturaleza, viene un nuevo otoño y un nuevo invierno, completándose así el ciclo, que algunos equiparan con la inhalación y la exhalación, o incluso con la sístole y la diástole de nuestro corazón.

Para nosotros, sin embargo, en los países del trópico, estos cambios pasan completamente desapercibidos. Y es esto precisamente, la novedad de verlos suceder, lo que sigue impresionándome año tras año.

Pero, entonces, podríamos formular una contra-pregunta: ¿Para un europeo qué sería lo más impresionante de un país como Colombia?

Seguramente saldrá a colación el hecho de que aunque no tengamos estaciones, el clima cambia con la altitud. Tenemos ciudades calientes en la costa y en la rivera de los ríos y ciudades frías en los altiplanos.

Estoy convencido de que nuestros antepasados tenían también explicaciones míticas para estos fenómenos. He escuchado, por ejemplo, que varios grupos indígenas hacían peregrinaciones a los nevados.

Qué los impulsaba y qué respuestas obtenían de los espíritus que pueblan los picos nevados, es algo que se ha perdido con el tiempo y que valdría la pena rescatar.

No veo lejano el día en el que explorar nuestras raíces deje de ser un lujo y se convierta en una necesidad.

Nota: García Rovira exporta cultura. Mi libro "Recuentos desde la otra orilla", ha trascendido fronteras. No sólo he recibido buenos comentarios desde Austria, Alemania y Francia, sino también desde la Isla de Malta.

En esta navidad obsequiemos saber. El libro está disponible en Málaga en la Cra 9 No. 10-73, en Soatá en la Calle 6 No. 5-59 y en Bucaramanga en la Calle 41 No. 10-30.

Quien regala cultura exalta la inteligencia de la persona que recibe, y de paso, la suya propia.

*Doctor en Ingeniería (Hokkaido University, Japón), autor de los libros "Historias de los tiempos por venir" y "Recuentos desde la otra orilla", ganador del Concurso Nacional de Cuento RCN-Ministerio de Educación. Desde 2011 radicado en Viena, Austria.