Por Pacelli Torres, (*)
Corresponsal del Chicamocha News en Europa
Laguna de Ortices en García Rovira.
En los libros de ciencia, últimamente ha aparecido una marcada distinción entre naturaleza (escrita con minúscula) y Naturaleza (con mayúscula). La primera implica, solamente, el telón de fondo en el que se desarrollan las actividades humanas. La segunda, por su parte, hace ver que el autor la considera como algo sagrado, el principio, sustento y devenir de nuestra propia existencia.
Cada vez son más fuertes las voces en los países desarrollados que nos llaman a recapacitar sobre lo que hemos venido haciendo y nos incitan a iniciar un cambio de actitud que nos lleve a armonizarnos de nuevo con nuestro planeta.
El gran error, aseguran algunos, fue el intento de industrializar la Naturaleza. Alteramos sus ciclos, erradicamos especies nativas, saturamos aire, agua y suelo con productos sintéticos y nos desligamos espiritualmente de ella.
La pérdida, sin embargo, no es sólo emocional. Hace cuarenta o cincuenta años, por cada peso que invertíamos en el campo, obteníamos cuatro. Hoy en día, por cada peso invertido, recibimos uno cincuenta. La causa de este fenómeno es la aniquilación de la micro fauna, que devuelve los compuestos orgánicos al suelo y su sustitución por abonos artificiales.
La tendencia hoy en Europa es comprar productos "Bio"; en el supermercado se encuentran bananas normales y bananas "Bio", las segundas un poco más costosas, pero con mucha mayor demanda. Lo mismo sucede con los huevos, la leche y los demás productos de primera necesidad.
Leyendo al respecto, no es difícil entrever que a lo que se quiere llegar en los llamados países desarrollados, es justamente lo que nosotros tenemos en Latinoamérica, o por lo menos, que el cambio reversado para nosotros es mucho menos complicado que para ellos.
Según la autora Janine M. Benyus, las lecciones que podemos aprender de la Naturaleza son las siguientes:
La Naturaleza funciona a base de energía solar.
La Naturaleza usa solamente la energía que necesita.
La Naturaleza hace que la forma se adecue a la función.
La Naturaleza lo recicla todo.
La Naturaleza recompensa la colaboración.
La Naturaleza se cimenta en la diversidad.
La Naturaleza requiere experiencia local.
La Naturaleza frena los excesos por sí misma.
La Naturaleza se ajusta a los límites.
Si las analizamos con calma, podemos darnos cuenta de que algunas de dichas lecciones pueden aplicarse también a nuestra vida personal, en especial lo referente a los excesos, la colaboración y la diversidad.
Tomémonos el tiempo para recapacitar sobre ello. Un simple cambio de actitud puede ponernos a la vanguardia de las tendencias mundiales y armonizarnos con nosotros mismos. Ya no se trata de subyugar la Naturaleza, sino de aprender de ella. Como diría un filósofo que conocí hace años: "Una hora contemplando la montaña es más productiva que todo un año acumulando monedas sin amor."
(*) Pacelli Torres Valderrama Ph. D.
Escritor y Profesor Universitario.
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