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martes, 21 de agosto de 2012

Impresiones de Eslovaquia

 
Por Pacelli Torres (*)
Corresponsal del Chicamocha News en Europa

 

Desde 1920 hasta 1993 el mundo conocía un país llamado Checoslovaquia. La conmoción de las dos guerras mundiales alteró las fronteras y la identidad nacional. Pero con la caída del comunismo esta nación finalmente se separó en dos, la República Checa al norte y la República de Eslovaquia al sur. ¿Cuántos muertos hubo de parte y parte en la guerra de independencia? "Cero". En realidad no hubo guerra, la separación fue producto de conversaciones bastante civilizadas. Este es un gran ejemplo para países como Corea que está en tensiones constantes con sus antiguos hermanos de Corea del Norte o entre India y Paquistán que se han amenazado varias veces, y de hecho, las dos poseen la bomba atómica.
Pleitos entre coterráneos los vemos a diario en las noticias sobre Siria o en las aspiraciones de Chechenia por separarse de Rusia o en los incontables problemas de los kurdos por tener su propio país.
Hoy en día, Eslovaquia trata de cumplir su rol como país miembro de la Unión Europea. Especialmente en su capital, Bratislava, el gobierno se ha empeñado en implementar una estructura turística a la altura de sus vecinas, Viena, Praga y Budapest, por eso se anuncia como la pequeña gran ciudad de Europa.



En los tres días que pasé allí, pude comprobar que esos esfuerzos están dando fruto, pues me vi rodeado de turistas de varias partes del mundo, y en efecto, el ambiente es bastante relajado.
Lamentablemente, los años del comunismo dejaron su huella con una horrenda calle de ocho carriles que divide a la ciudad en dos y bloques de edificios de apartamentos desordenados y sin ninguna estética que lo único que hacen es ensombrecer el paisaje, pero incluso en estos monstruos se ha venido trabajando últimamente y han sido pintados con tonos coloridos tratando de armonizarlos de la mejor forma posible.


Los museos y la cultura también se están revitalizando, el centro histórico es completamente peatonal y las calles se han adornado con curiosas esculturas metálicas que se están convirtiendo en símbolo de la ciudad.
En realidad, Colombia no podría compararse con Eslovaquia; nosotros le llevamos mucha ventaja. Tenemos a García Márquez y a Botero que son muy conocidos en Europa, así como a Shakira, cuya música la he visto más de una vez usada en los actos culturales de los colegios a los que asisten mis hijos.
De Eslovaquia, poco o nada se oye internacionalmente. La evolución política también es diferente, nosotros no hemos pasado del imperio al comunismo y finalmente a la república cómo ha sido el caso de ellos y nunca hemos visto amenazada nuestra identidad. Lo más importante, sin embargo, es que tenemos recursos naturales envidiables: esmeraldas, petróleo y carbón, y sobre todo los páramos que son una maravilla natural única y pueden convertirse fácilmente en nuestro mejor patrimonio.
Si a Eslovaquia no la podemos comparar con Colombia, tal vez podamos compararla con Santander, de hecho, fue la primera impresión que tuve cuando llegué a la estación de trenes. Pero incluso así, creo que también les llevamos ventaja, tenemos a Girón y Barichara, los caminos de piedra hechos por los Guanes y los Chitareros, las bellezas naturales de García Rovira donde hay lagunas y caídas de agua que incluso, los nacidos allí no conocemos, y finalmente, como lo mencionaba antes, los páramos con sus frailejones centenarios.
La pregunta entonces es ¿Por qué en Eslovaquia, que está en clara desventaja frente a Colombia y Santander, existe un consenso general sobre el destino que se le quiere dar? ¿Por qué allí se han implementado soluciones sencillas para su embellecimiento? ¿Cómo fue posible que primara el acuerdo y no las armas para lograr sus objetivos? ¿Cuál es la fórmula secreta para aunar esfuerzos, para perseguir un sólo fin?
Cosas cómo estas podemos aprenderlas recapacitando sobre la experiencia eslovaca.
Por otra parte, si ellos quisieran tener todo lo que en Colombia tenemos, tendrían que esperar varios cientos de millones de años para que la Naturaleza los dotara con lo que nosotros recibimos gratis. En eso pensaba viendo desde el tren los campos eslovacos, monótonos y privados de cualquier diversidad, mientras a la vez sentía la incertidumbre de si, cuando regrese a García Rovira, los páramos y las lagunas todavía van a estar allí, o si será que el capitalismo y el mal entendido progreso van a producir secuelas tan horribles como las dejadas por el comunismo en el este de Europa.

 (*) Pacelli Torres Valderrama, Ph. D. Profesor Universitario.

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