Colombianos residentes en Austria y países vecinos, celebraron el día de Independencia Nacional.
Por Pacelli Torres
(Corresponsal del Chicamocha News en Europa)
Si en estos momentos me pidieran definir lo que significa ser colombiano, lo haría contando una anécdota: Hace un par de años estaba con mi familia en un restaurante llamado Kopp que sirve comida típica austriaca. Ya al final, cuando llamamos para pedir la cuenta, el mesero me preguntó, en español, que de dónde venía y cuando le dije que de Colombia buscó en la billetera y me mostró su cédula de extranjería colombiana, me dijo que era austriaco pero había vivido cuatro años en Valledupar donde tenía un restaurante.
La siguiente vez que asistimos al mismo establecimiento se acercó a nuestra mesa y nos hizo conversación. Era el tiempo del dilema entre el sí y el no y era claro que su visión política la sentía en el alma. Demostró también saber mucho más sobre Shakira y Carlos Vives que yo. Nos dijo que todas las mañanas leía el Espectador y que los fines de semana cocinaba Sancocho. Cuando me preguntó cuál era el mejor de los sancochos y yo no supe responder, soltó una carcajada y me dijo: ¡el de la gallina robada!
Desde entonces nos saludamos cuando nos vemos y cuando me refiero a él, lo llamo "el mesero colombiano". Esa sería mi definición de colombianidad, algo que se lleva por dentro y que termina siendo contagioso, independientemente del lugar en que se nazca.
Cuando asistimos a la fiesta organizada por la Embajada para celebrar el 20 de Julio, a la primera persona que vi fue al "mesero colombiano" había llegado antes de que abrieran las puertas y esperaba con su esposa colombiana y otros compatriotas que, según me dijo luego, habían venido de Francia. Nos invitó a su mesa pero yo decliné la invitación, pues no quería echar a perder el misterio de tener un amigo al que no le conozco el nombre y al que el único vínculo que nos une es precisamente la colombianidad.
La celebración de los 207 años de independencia fue un éxito rotundo. El embajador en persona, Dr. Jaime Alberto Cabal Sanclemente, recibió a todos y cada uno de los asistentes con una sonrisa y un apretón de manos y pudimos disfrutar de una tarde espectacular con la participación especial de la agrupación "El Maestro Oscar Ospino y los Amigos del Vallenato" y una exquisita degustación culinaria.
La impresión general que tengo, es que cuando dos colombianos se encuentran, por el sólo hecho de ser colombianos se convierten en amigos. Fue también el sentimiento que tuve cuando unos días más tarde me acerqué a la Embajada para conversar con el director de la sección cultural.
La misión diplomática en Viena atiende también a ciudadanos residentes en Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Montenegro, República Checa y Serbia. Entre los presentes en el evento había varios compatriotas que se habían desplazado desde la República Checa y Hungría para la celebración.
Se calcula que unas 450 personas asistimos a la fiesta que era exclusiva para colombianos y sus familias próximas.
Junto a nuestra mesa estaba la familia Espitia, proveniente de Montería y con casi 20 años de residencia en Austria. Los textos de las canciones los sabían de memoria y cuando bailaban, parecía que llevaran la música en la sangre. Pero en la pista había también esposos y esposas de otras nacionalidades que seguían el ritmo de la forma más natural del mundo y que sirvieron para corroborar mi definición de colombianidad, como algo que definitivamente se aloja en el corazón.