Muchas fueron las fuentes de inspiración de este inigualable artista.
Por Pacelli Torres
Corresponsal del Chicamocha News en Europa
Mi visita al Museo Dalí en Figueras, España, marcó el cierre de un ciclo. Dicho ciclo comenzó cuando a los 14 años en la sección dominical del periódico El Espectador encontré un cuadro titulado "Niño geopolítico contemplando el nacimiento del hombre nuevo". Fue la primera obra de Salvador Dalí (1904-1989) que vi y estuve muy impresionado al saber que el arte podía tomar dimensiones tan inusuales.
Desde entonces he sido admirador de su genio creador, aunque en esa época el acceso a la información no era tan sencillo y fueron muy pocas las otras obras que pude encontrar. Sin embargo, en 1989 mi entrada a la universidad coincidió con la muerte de Dalí, razón por la cual se dictaron varias conferencias en su honor. En una de esas conferencias conocí otra obra que cautivó profundamente mi interés, se trataba de "Mercado de esclavos con aparición del busto invisible de Voltaire". Este cuadro es dual, si uno cierra un poco los ojos aparece otra escena. No es el único con dicho efecto, Dalí hizo otros por el estilo y por eso cada vez que veo una de sus obras, cierro un poco los ojos para ver si aparece otra escena. Para mi propio asombro, en el museo en Figueras encontré otro de esos cuadros, se trata de "Gala contemplando el mar Mediterráneo que, a 20 metros, se convierte en el retrato de Abraham Lincoln". La inspiración le vino al ver una ilustración en la edición de noviembre de 1973 de la revista Scientific American.
Muchas fueron las fuentes de inspiración de este inigualable artista, se dice que buscaba formas extrañas en las nubes y luego las plasmaba en sus lienzos, o que se reclinaba en un cómodo sillón sosteniendo un manojo de llaves, cuando se quedaba dormido las llaves caían al piso y lo despertaban y de las imágenes del entresueño sacaba motivos nuevos para sus obras. Lo cierto es que Dalí estaba permanentemente pendiente de su entorno y siempre encontraba materia prima para su creatividad. Uno de sus cuadros famosos está basado en el logotipo que encontró en una caja de lápices.
Salvador Dalí se destacó también en la escultura, la arquitectura, el diseño de joyas, el cine y el teatro. En una de sus obras de teatro se abre el telón y aparece un hombre inmóvil sentado en una silla. El tiempo transcurre y el hombre no se mueve. Al cabo de tres horas mira su reloj y dice: "parece que el cartero no viene hoy", se levanta y sale del escenario y con eso termina la función.
Hay muchas excentricidades asociadas con su genio. Por ejemplo, que tenía un tigrillo por mascota, y que alguna vez se le fotografió paseando por las calles de Paris a un oso hormiguero atado a un cordel.
Para mí, el viaje por la obra del gran maestro catalán siempre ha significado el viaje por la vida misma. La travesía comienza con "el nacimiento del hombre nuevo" pues, como sociedad, nos identificamos con aquella figura luchando por encontrar una salida. Luego viene la dualidad de "el rostro invisible de Voltaire", que nos susurran que las cosas no son siempre como parecen. Y termina en la sala número 15 de Museo Dalí en Figueras, que por cierto su habitación, donde todo el cielo raso está cubierto con un fresco que muestra las figuras de Dalí y su esposa Gala, vistas desde abajo, desde debajo de la planta de los pies, y sobre ellos se abre el infinito. Ese es el momento de la ascensión.
Así pues, nacimiento, dualidad y ascensión, son las palabras claves de nuestra existencia como seres humanos y también como sociedad.
Hay mucho por explorar en la obra de este gran genio, figura central del surrealismo. Otros de mis cuadros favoritos son "La tentación de San Antonio", "Naturaleza muerta viviente" y "Cabeza rafaelesca en explosión".
Hoy en día, el acceso a la información es muy sencillo. En alguna parte leí que en internet se encuentra más información de la que un millón de personas podría asimilar si cada una de ellas viviera un millón de vidas.
Invito entonces a mis lectoras y lectores a explorar la obra de Dalí, con el pleno convencimiento de que para cada quien la interpretación y las asociaciones serán diferentes. En última instancia, esa es la esencia y el propósito de toda obra de arte.