Por María Alejandra Meneses Delgado
Yo no escribo por el SÍ o por el NO que tan de moda están por estos días en todos los medios de comunicación a nivel nacional e internacional, lo que quiero es hacer un llamado a la conciencia y, sobre todo, a la transparencia de aquellos que apoyan y hacen campaña por una y otra decisión y que, desgraciadamente, muchos colombianos, irresponsables por demás, van a tener como único fundamento para tomar su decisión.
Con sorpresa y con un poco de tristeza veo los argumentos con los que muchos intentan convencer por un bando y por el otro, debatiendo la paz con ideas y falacias argumentativas propias de bandos políticos (porque en este país ya no se puede hablar de ideologías) y poniéndole al sí y al no los nombres de aquellos personajes de la vida y la actualidad política de este país.
Y digo que lo veo con tristeza porque no puedo entender cómo hoy, en pleno 2016, los discursos "politiqueros" en torno a la paz pretenden crear una división y polarización tal que recrea perfectamente la división del mundo en el periodo de guerra fría que, me permito informar a algunos personajes que al parecer estaban distraídos dividiéndose las riquezas de este país, terminó hace más de 20 años.
En serio, ¿somos tan tontos en este país para no darnos cuenta que la verdadera violencia empieza por el desconocimiento del otro? Me atrevería a decir que Colombia está en guerra desde que llegaron los españoles a nuestras tierras y vieron en las diferencias una amenaza, matando todo lo que se les atravesaba en nombre de la civilización. Desde ese momento, al parecer, nos quedó por costumbre ver al que es diferente o al que piensa distinto como el enemigo, como la amenaza que debe ser atacada y, desgraciadamente con cada palabra que se utiliza en los discursos, se nos infunde más miedo a lo diferente y se promueve más la división.
Tampoco puedo entender cómo cada día se reorganizan más los discursos de los políticos (y los politiqueros que replican lo que dicen sus "líderes" como si fuera palabra sagrada) con mentiras, ¡y la convicción con la que hablan de los fantasmas que ellos mismos se inventan para seguir asustando a la gente con posibles realidades futuras que no existirán jamás! Lo que más me entristece de esto es que siempre terminamos creyendo en sistemas políticos inexistentes, libertades restringidas y no sé cuantas más cosas que terminamos replicando irresponsablemente como si fueran una verdad absoluta.
No voy a debatir con discursos políticos ni tomo mi decisión basada en el apoyo a uno u otro de los nombres que suelen dividir el pensamiento y las decisiones en este país. Es un absurdo enorme seguir la corriente de tantos que toman los discursos del mejor postor, de acuerdo a sus intereses personales, e irresponsablemente los gritan a los cuatro vientos, aprovechando la poca o mucha influencia que tienen en la gente, como si fueran palabra sagrada.
Hoy quiero hacer un llamado a la conciencia. Primero, a aquellos que abiertamente hacen campaña por el SÍ y por el NO, señores: si piden que se hable con la verdad, hablen con la verdad; si piden que se utilicen argumentos reales, ustedes también utilicen argumentos reales. Segundo, a los politiqueros que tanto replican las falacias argumentativas de sus "líderes" de momento, muchos de ustedes perdieron la autoridad moral hace mucho tiempo para hablar de paz y aún más de transparencia, eso está más que claro para todos, pero al menos tengan la conciencia para informar correctamente a los ciudadanos y, ante todo, los invito a que dejen el cinismo de lado. Tercero, a los ciudadanos, los de a pie, los que tenemos la decisión en nuestra mano, seamos responsables y leamos el acuerdo, dejemos de lado los argumentos de unos y otros y construyamos nuestra propia idea sobre lo que vamos a decidir.
Más allá de la decisión de cada quien, más allá de si deciden por el sí o por el no, hagamos de esta oportunidad un acto de reconciliación entre los diferentes, debatamos con argumentos, demostremos que los de a pie somos diferentes a quienes se matan por el poder y, ante todo, hagamos de esta la posibilidad de que los colombianos cambiemos el pensamiento bélico y agresivo con el que nació este país y que, desgraciadamente, todos llevamos en nuestras venas. Quitemos el argumento de la guerra y la paz de las manos de los políticos que, por siglos, lo han tomado como trampolín para hacerse con el poder y con todo lo que tener el poder, en un país corrupto, significa. La paz no la va a lograr solamente un acuerdo, sino el cambio de pensamiento de todos los colombianos.